
La Hora Gris.
José Luis Merino.
La hora gris, claro oscuro limítrofe entre el día y las sombras de la noche, exigía aun a temprana hora , que la bombilla que daba una chillona luz amarillenta fuera encendida. La tenaz llovizna que durante la tarde se precipitó, había terminado; dejando un aroma de rocío de Verano pues las plantas y árboles en el jardín que rodeaba el azul chapoteadero vacío, vaporizaban exquisitamente. El verde jardín tenía una verde yuca de afiladas y amarillentas puntas . El pasto era de vez en vez afeitado bruscamente por la podadora manual que cortaba de un solo tajo la espesura, para volver a crecer una y otra vez , como para burlarse del viejo Vale que invertía todas sus fuerzas en limpiar el follaje que crecía del piso hacia el cielo. Dos sendos árboles de delgados troncos se movían en un vaiven con el viento, moviendo los nidos de canarios en sus puntas. El jardín era invadido por una vieja escalera de caracol de hierro y concreto que llevaba a la cocina de la casona. Esa escalera que subí y bajé mil veces, era cubierta por una verde enredadera que la trepaba tenazmente.
Mi jardín…cuantos momentos de feliz infancia pasé, mis horas en el, siempre fueron las más cortas pues era un lugar que yo había hecho mío, el lugar de mis travesuras..mi mejor escondite; lugar de meditación, tierra escarbada con mis manos para hacer pequeños estacionamientos de autos de juguete donde yo pasaba días enteros jugando a ser grande. También recibí buenas trompadas de mi jardín cuando majadero me porté con el, pues de vez en cuando al pisotear con descalzos pies las coloridas plantas, no pocas veces recibí pinchazos de insectos y arañas patonas y el día que desde la escalera de caracol me arrojé en el sueño de volar, el pasto sobre dura tierra, me recibió con un sendo porrazo en la cara que aun me duele.
Un día me sentí alpinista que con cuerdas me descolgaba por la escalera, cayendo otra vez en la espesura que alegre me esperaba una y otra vez. Dos portones de metal se abrían hacia el jardín Uno conducía hacia un local enorme donde una antigua consola tocaba discos de acetato con alegres canciones que llegaban a las entrañas de las plantas. Zaz..zaz..zas, pa delante y para tras ..el columpio me divierte…Empújame mucho..empújame mas!! Ohh mi canción preferida que me acompañaba durante todo el día hasta que los rayones de la aguja del fonógrafo acabó por arruinarlo. El local era una Tienda de abarrotes que absorbía el tiempo de mi madre que la atendía en todo momento, aun recuerdo el sonido de los refrigeradores y de la máquina que cortaba el jamón en finas rebanadas…..cuando yo llegaba de la Escuela que a pocas calles se encontraba, mi madre me recibía con una sonrisa y un tierno beso en la mejilla, ofreciéndome una soda en envase pequeño de cristal y corcholata afilada….de piña mama…de piña!!! Era mi preferida.
Tal vez mi mejor amigo ;mi jardín, conocía mejor mis secretos que yo , y el mismo lugar, guardaba celosos misterios que poco tiempo después me serían revelados.
Seres fantásticos lo habitaban criaturas que eran capaces de leer mi mente y que compañía me hacían sin yo saberlo hasta que finalmente me fue revelado el secreto..un secreto que hoy casi cuarenta años después, he decidido revelar.
Capaces de leer la mente y de ser invisibles aun al ojo más avezado, cuando lo deseaban se dejaban ver revoloteando como felices seres en el aire, agitaban sus brazos tan rápido que la vista se quedaba lerda, sus rasgados ojos y boca recta sin expresión alguna en un rostro alargado que carecía de nariz y su blanco cuerpo incoloro con dos piernas separadas con las puntas de los pies dirigidos hacia los lados, no medían más que la uña de un pulgar. El momento predilecto para presentarse ante mi rostro era la hora gris y poco a poco los fui haciendo mis amigos y compañía de diario, hasta que mi madre me gritaba desde la cocina para que subiera a cenar, dando por terminada mi aventura del día, para regresar al día siguiente al llegar de la escuela.
Después de terminar mis tareas y mirar la Tele de color que era una novedad en el momento durante la tarde, presuroso me dirigía hacia la puerta de metal que daba acceso a la escalera de caracol que me llevaría a ese mundo privado…ese mundo mío que nadie era capaz de arrebatarme. Mi gusto por estar en ese lugar obligó a mi padre a instalar luces en el jardín en colores rojo y amarillo que resaltaban en las hojas de las plantas y parecía una fiesta multicolor..Claro; una fiesta solo para una persona.
Los extraños seres hablaban a mis oídos y escuchaba su revoloteo que cosquillas me daba en las orejas, pero a pesar de toda la atención que podía darles, jamás pude comprender lo que me decían las diminutas voces.
Mis padres jamás se enteraron de mis encuentros, por algún motivo decidí callarlo y dejé que mi vida transcurriera volviéndome cada vez mas grande y olvidando poco a poco el incidente; mi vida me hizo grande y comencé a olvidar hasta que hace no mucho con mis dos bellos hijos y mi amada esposa, presencié algo que despertó en mi ,tales recuerdos de infancia.
Una proyección cinematográfica donde seres míticos asombrosos y mágicos, eran revelados a un niño y sus cantos cual sirena cautivaban a quienes los escuchaban. Seres pequeños alados que escondían su presencia en forma de bellas flores, acompañaban la suerte de aquel niño. De ahí caí en cuenta de que Elfos se habían revelado a mí por alguna razón…quizá mi soberbio pensamiento me hizo sentir un elegido entre muchos para conocer esa verdad que para otros es una fantasía infantil.
Quizá si vuelvo a creer, antes de mi partida pueda volver a ver a esos increíbles seres y finalmente logre escuchar sus suaves susurros.